La energía de Géminis que estamos viviendo estos días con Sol, Venus y el Nodo Norte en el signo nos pone en estrecha relación con los aspectos duales de nuestra existencia.
El arquetipo de los Géminis representa así simbólicamente nuestro ser divinos y mortales al mismo tiempo. El mito nos entrega las figuras de Castor y Polux, dos gemelos Hijos de Zeus, o sea, hijos de lo Divino. Los Hijos de Dios. Nacidos del amor del Rey de los Dioses por Leda, hermosa mortal, reina de Esparta. Castor y Polux, pues, unieron en sí mismos la naturaleza inmortal del padre y la impermanente de la madre.
En la mitología, ambos se enamoraron de las hijas de Leucipo rey y tuvieron que pelear hasta la muerte por el amor de las doncellas, prometidas con anterioridad a otros príncipes.
Resultó un duelo sangriento en el que Castor, heredero de la mortalidad materna, encontró la muerte.Polux cayó entonces en una profunda desesperación, ese tipo de dolor que hace capaces de gestos extraordinarios porque en el fondo, uno tiene poco que perder. Decidió aventurarse en el oscuro reino de Hades para buscar a su hermano desaparecido, para abrazarlo una vez más. Pero fue sistemáticamente excluido por su misma naturaleza divina.
Para los inmortales, las puertas del Infierno no pueden abrirse. La desesperación y el amor de Polux entonces alcanzaron el corazón magnánimo del padre Zeus como dardos ardientes. Movido a la piedad, el Gran Rey de los Dioses decidió transformar tanto a ese hijo sin consuelo como al otro ya hundido en Hades, en una magnífica constelación, dándoles una unidad total que nunca habían vivido.
En el caso de los gemelos está perfectamente representado entonces el sentido de nuestro ser dobles en esta dimensión. La parte terrenal que representa nuestra mortalidad, nuestra fragilidad, nuestros vehículos inferiores, el cuerpo, nuestra personalidad, es en verdad nuestro Castor interior y representa el instrumento a través del cual nuestro Espíritu, o Alma puede hacer experiencia de sí mismo, descubriendo poco a poco.
La fragilidad, los adormecimientos, las emociones negativas, los temores, los automatismos son la parte más valiosa de nuestras vidas. Son los instrumentos que la Conciencia usa para reconocerse en el mundo. Son los lados de nosotros mismos a los que debemos el amor ilimitado que Polux alimentó por aquel hermano disuelto en las negras profundidades del Hades. Pequeño, mortal, indefenso. A menudo, todo lo que podemos hacer es ofrecer rechazo o impaciencia por la parte que está equivocada en nosotros, que cede a las identificaciones, que se enfada, que envidia, que se siente sola o traicionada o no considerada. Son las cosas que queremos borrar de nosotros mismos las que nos permiten encontrar la puerta de Dios. La luz ya es luz, la sombra debe ser descubierta. Para descubrirla es necesario amarla en lugar de evitarla o no reconocerla. Iluminándonos nos despertamos. Muriendo descubrimos que estamos vivos.
Foto: Pinterest
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