La Luna Llena de este mes sacude el Cielo con golpes energéticos. Crea oposición con Saturno y Júpiter, cuadratura con Marte y Urano. El Cielo está tenso como la cuerda de un violín. En la tensión ocurren las relajaciones y esos momentos tienen la virtud de darnos comprensiones profundas.
En Leo, la conciencia afronta la sombra de sus miedos como nunca antes en su viaje. El Sol, maestro astrológico del arquetipo, es fuente de vida y luz para todo el Sistema Solar. Representa esotéricamente el Espíritu, el poder resplandeciente de su visión, y nada como el Sol, de hecho, para nosotros los terrestres es tan difícil de mirar. Nada proyecta sombras mayores sobre la dulce Tierra. Cuando nuestros ojos están cansados o doloridos la luz se convierte a menudo en un factor irritante. Y si observamos una luz demasiado intensa, no podemos ver nada más por unos instantes, nos quedamos ciegos. La luz ciega porque pretende todo lo que somos. Nos absorbe porque nos pertenece y nos llama constantemente a ella.
El cuerpo siempre es un gran maestro de la analogía. Así como nuestros órganos de visión no logran registrarse con el resplandor de luces demasiado brillantes, así nuestra personalidad vive problemas destinados a relacionarse con la Luz Suprema del Espíritu, que cuando se manifiesta no lo hace según las categorías de nuestra mente. No se convierte en una iluminación repentina, no asume los contornos de una ascensión a los reinos sutiles entre coros angélicos y visiones de dicha. El Espíritu se revela continuamente pero no habla el idioma que quisiéramos, habla el que necesitamos. Las experiencias espirituales entonces, tienen que ver con los acontecimientos inesperados, con las pruebas, con lo que nos asusta. Con lo que nos lleva a enfrentarnos a nosotros mismos y a nuestro poder personal.
El Espíritu nos susurra todos los días que eres hijo de Dios y como tal eres poderoso y como tal puedes confrontarte con todo lo que sucede y cada día giramos la cabeza hacia otro lugar llorando por nuestra desgracia, incapacidad, debilidad o impotencia. Atribuyendo culpas en todo, derramando fuera de nosotros el principio de auto responsabilidad. Es el gobierno el problema, o tal vez los tontos que habitan este planeta, es el marido el problema, o la suegra, o el trabajo, o el cuerpo, los hijos, los padres, incluso los antepasados.
Sanamos con tratamientos energéticos de todo respeto, viejas cuestiones relacionadas con las experiencias de vida de nuestros antepasados, de las que hemos heredado la materia y el ADN. Proyectando fuera de nuevo los conflictos, atribuyéndolos a quienes nos precedieron, sin entender que cada uno de nosotros es la muestra de su propia estirpe. La esperanza de todos los antepasados. El Hércules de cada tatarabuelo. Toda nueva vida es la esperanza intensa de una genealogía de que se rompan ciertos límites. Buscamos lo que ya somos como colegiales ingenuos metiéndonos en cursos, experiencias chamánicas, constelaciones, lecturas, libros, seminarios, tarot, péndulos, inciensos y fragmentos de palo santo. Todo bien, pero todo relativo. Todo útil hasta los verdaderos saltos de conciencia, que no pertenecen a la mente sino al Alma y no pasan por el pensamiento y las convicciones, que no son métodos para llegar a algo, sino respuestas. Verdaderas. Irrefutables.
El Cielo de la Luna Llena en Leo de este mes quiere preguntarnos ¿estás listo para ver lo que te ciega? ¿Estás listo para enfrentarte a lo que realmente te asusta? ¿Con las largas sombras negras que el Dios Sol extiende sobre la tibia tierra que pisas? ¿Estás listo para darte cuenta de que la verdadera Luz está ahí?
El mito dice que el último de los trabajos de Hércules, siempre asociado al arquetipo del Leo, fue la captura de Cerbero, el Perro del Infierno, monstruoso mastín de tres cabezas, vigilante del acceso al mundo de los muertos, una empresa que debe realizar sin espada ni armadura. Hades, señor de los infiernos que todo lo sabe, le da permiso para tomar a Cerbero, si encuentra la manera de agarrarlo sin morir. Se trata de observación. Se trata de renunciar a la fuerza y a la resistencia física para comprender el vulnus del monstruo. Hércules debe despojarse de lo que hace habitualmente. Luchar. Y en el momento en que entiende cómo agarrar al perro mortal evitando que su cola de Escorpio pueda aplastarlo, lo convierte en un dócil perrito, que fácilmente comienza a seguirlo hasta la salida del Infierno con el beneplácito de su amo.
Lo que nos da miedo nos hace reaccionar. Nos pone en fuga. Arma la mente. Nos obliga a encontrar soluciones para ser evitado. Nos hace huir. Este es el momento en el que lo que se mostrará puede ser observado como Hércules observó a Cerbero. No hay necesidad de agarrar espadas o armaduras. No hay necesidad de huir. Hay que observar y aceptar que la vida nos atraviese sin evitarla. En la huida se aprende sólo cómo escapar.
Estar.
Observar.
Aceptar.
Cerbero vendrá con nosotros hacia el Sol.
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