Los eclipses nos muestran aquello que hemos reprimido y que está en la sombra, pero también la luz que nos pertenece, nuestro valor personal, esa nota energética que sólo es nuestra y que no puede ser puesta en peligro por nadie.
Por eso no es posible que se pierda o se robe.
E incluso cuando alguien más exhibe la luz que no nace de su propio ser, será como si calzara los zapatos de otro.
Y cuando buscamos la luz de los demás es porque aún no hemos aceptado mirar la nuestra y es un gran dolor interior.
Nadie puede robar la luz del Sol.
El Sol brilla en la carta natal de las personas donde es necesario que la conciencia aprenda a representar lo Divino. Para ser parte de lo Divino con esa cualidad precisa que la energía del arquetipo describe.
Vivir en los proyectos de los demás, en las decisiones de los demás, en los en los temas de los demás es negarse a ver la propia luz. Rechazar ser una pieza del gran tapiz universal. Único e irrepetible.
Tenemos un valor mucho mayor que el pequeño perímetro permitido por nuestras auto evaluaciones internas y las voces crueles con las que nos hablamos.
Que todo lo que emerja estos días nos lleve a todos al punto de reconocer el magnífico esplendor de nuestra Alma y nuestro profundo sentido central en la creación.
Nuestra luz no es negociable ni ignorable.
Somos luz. Somos amor.
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