La rendición… he aquí una palabra mágica que viene malinterpretada…rendirse no quiere decir perder sino que quiere decir encomendarse. Hay demasiadas cosas que han salido a flote últimamente y tu mente no logra darle un orden ni un espacio…¿entonces qué hacer? Ríndete tú para dejar que se manifieste aquel orden y aquel espacio dónde acogerla, ríndete tú para dejar fluir lo que quiere mostrarse tras el caos, la confusión, el cansancio, ríndete tú para dejar que la confianza en el amor pueda actuar en tu lugar…de otro modo sólo actuarás desde la mente…y todo el resto de ti no estará presente.
En estos días he retomado la importancia de ser suaves …cada vez más suaves… y la importancia de la reverencia… inclinarse es bajar la cabeza, reconocer la humildad delante de la vida, de los padres, de la pareja, de los amigos que han sido, que hay y habrán y a todas aquellas situaciones y personas que nos han enseñado, al cielo que nos ha acompañado y a todo lo que se mueve con nosotros en lo no tangible.
Inclinarse de vez en cuando hace bien…la frente sobre la Tierra que nos respalda y sustenta desde siempre y en cada día, inclinarse hace bien al corazón porque halla un espacio de gratitud y honor.
Tenemos mucho de aprender y recordar….no somos nada sin el amor….sin la fusión con lo que de fuera llevamos dentro, inclinarse a nuestro maestro interior e invitarlo a ser…sencillamente ser…. ríndete tú a no hacer, a estar y descubrirás muchas cosas de ti…estar en silencio escuchándote, contemplando la belleza que eres y que tienes alrededor.
Nunca nadie te ha dicho que mereces y que puedes ser mucho de más de lo que piensas, pero no es una cuestión de mente… es una cuestión de corazón.
Vuelve a ti mismo y ríndete.
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