Luna Nueva en Leo.
La gran necesidad de Leo es individuarse.
Eso significa separarse de una manada indistinta para afirmar quien se es. Octava baja.
O realizar una fusión con la propia verdad interior. Octava alta.
Porque, por dura que sea la opción de obedecerla, sólo esta fidelidad nos permitirá abandonar el entramado denso del anonimato, de la manada sin identidad, que marcha en la dirección inconsciente de la masa, y definir el perímetro y la consistencia de quien realmente se es. Nadie puede volar si no acepta lanzarse. Sin embargo, para lanzarse es necesario integrar el riesgo de caer. Aceptarlo. Aferrarse a la fe en uno mismo. En esa verdad interior que dice que lo lograremos y estaremos más alto que nunca.
Jung sostenía que esta verdad interior era el resultado de un acercamiento progresivo al propio Yo superior o Alma.
Es el Daimon socrático, esa parte mágica, sagrada, divina, más alta que las fragilidades humanas que guía en el inconsciente y escoge caminos, experiencias. Que nos da forma y consistencia. Y cada uno conserva en el corazón la ley sagrada de tal Daimon. A veces es flexible e indistinguible, a veces tan ardiente que se siente miedo, junto con una atracción incontenible.
Este este Daimon que no razona según las categorías del ser humano. Le interesan temas como la justicia, el amor, el compartir, la libertad, la armonía, la paz y no pierde tiempo con los pequeños miedos que agitan la personalidad. El miedo a no tener suficiente a fin de mes, el miedo a no ser apreciado, a permanecer aislado, a enfermar o a morir.
La suya es una ley que contempla la inmortalidad de la naturaleza Divina que le corresponde.
El Daimon trae ideas incómodas. Nos lleva por el camino difícil.
La vía empinada y desordenada.
Sin embargo, regala la verdadera individuación.
Leo es el Arquetipo de la Conciencia que comprende ser Espíritu, que tiene la oportunidad de tocar por primera vez su verdadera identidad. Por eso está regido por el Sol, que es el centro del Sistema Solar.
En Leo la conciencia encarnada puede encontrarse cara a cara con el Daimon interior por primera vez desde que se separó del Uno.
Y hace falta valor para estar ante su fuerza. Porque su energía destruye. Rompe la personalidad, como la nieve al Sol.
Para ser quien uno es, es necesario aceptar la muerte de quienes hemos sido.
En el mito estar ante lo Divino es siempre simbólicamente disgregante. Cassandra, besada por Apollo, lo rechaza aterrorizada y es condenada a no ser jamás amada. Semele, madre de Dionisio, pide ver el esplendor Divino de Zeus con el que compartía la cama pero permanece electrocutada y arde al instante. Psique, contraviniendo la prohibición de su amante Eros de conocer su identidad, se inclina a ver su rostro dormido y por eso es abandonada a innumerables tribulaciones antes de volver a encontrarlo.
Lo Divino cuesta.
Cuesta caro.
Cuesta la capacidad de ir más allá de nuestros límites.
Pide que abandonemos lo que tenemos de más pesado para obstaculizar el camino: el ego con sus muchos matices.
Con sus necesidades incesantes de confirmación.
El complemento de Leo es Acuario, arquetipo de la libertad. No puede haber libertad sin que se hayan quitado los escombros. Si no se han aceptado uno por uno los derrumbes. Los relámpagos. Los cismas y cada grieta.
Dejemos que esto suceda.
Tengamos el valor del león de estar en presencia del Daimon interior especialmente cuando le sugiere cosas incómodas y aterradoras.
No tengan miedo del beso de Apolo, del relámpago de Zeus, de la belleza incontenible de Eros, aunque signifique ser diferentes de todos los demás.
Eso es lo que tienes que ser.
Tú mismo.
No quien te han dicho o te dicen que debes ser.
Besa a Apolo!.
Feliz y maravillosa Luna Nueva.
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