La valentía es una dote del Ser superior que a menudo estamos llamados a desarrollar en nuestras vidas. Deriva del latín cor habeo. Tener corazón. Estamos acostumbrados a pensar en el valor como una cualidad ligada a la fuerza, a la energía y a la ausencia de miedo.
Quien tiene valor no teme.
Pero en realidad quien tiene valor ha sentido el miedo y lo ha vencido, ha alejado de sí esos pensamientos, esas proyecciones, esas visiones que creaban inadecuación, separación o juicio. En otras palabras, abrió el corazón. Se permitió amar. Estar en esa parte de sí mismo que es luz, haciendo una elección consciente.
El coraje es el momento de esa elección consciente. Ese momento antes del juicio, antes de la culpa, antes de ceder a la ira en la que la elección es posible y se decide conscientemente no caer, no dejarse engullir por las sombras. El coraje se materializa cuando alguien me decepciona o me hiere y decido deliberadamente comprender su gesto, entender que lo que resuena de su acción es sólo un reflejo de mis propias faltas. Entonces no se puede culpar a nadie. Entonces se convierte sólo en cuestión de dejarse arrollar por el fuego del amor para sí mismos y para los demás llamado compasión.
Del amor hacia nosotros, hacia el otro, y hacia todo el mundo en el que vivimos.
Por lo tanto, la valentía requiere fuerza, implica una presión de decisión notable y puede desembocar en verdaderas luchas, violentas, en la medida en que todavía estamos identificados en nuestra octava baja.
El coraje es enfrentar nuestro yo inferior. Es esa parte de nosotros que reivindica la ira, la ofensa y el ahora-te-la-hago-pagar como un acto de fuerza, de pretendida justicia.
Corazón y fuerza son dos palabras clave de Leo del último plenilunio. Es una fase importante la que en este momento nuestra Alma vive. Yo diría que es la fase fundamental de la valentía que es la apertura del corazón. El mito nos habla de Hércules que mata al León de Nemea. Es la historia de alguien que se enfrenta conscientemente a un monstruo notoriamente feroz e inaccesible. Y lo hace porque lo ha elegido, lo hace porque es justo. Lo hace solo con sus manos desnudas. Lo hace porque la decisión consciente de derribar a esa bestia expandió su corazón y destruyó el miedo. Demasiado clara es la analogía de la bestia sedienta de sangre con la octava baja de lo que cada uno de nosotros es.
Somos llamados a sacar valor de los desafíos que nunca pensamos que podríamos afrontar.
La fuerza de decisión de Hércules que va a matar al León de Nemea.
Deseo que comprendamos que el valor está en el corazón.
Dentro como todo lo que existe, no fuera, no en las manos de los demás, no en otra parte, sino en cada uno de nosotros.
Un nuevo comienzo, un nuevo nivel de armonía, más elevado, que podremos alcanzar en nuestras vidas sólo después de haber encontrado el valor de ser lo mejor que podamos en cada ocasión.
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